Nuestros Líderes

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Estos son los Pastores que dirigen nuestra la Iglesia Restauración

jueves, 8 de diciembre de 2011

Lecciones costosas para aprendices distraídos

“Mas estas cosas sucedieron como ejemplos para nosotros”… (1 Corintios 10:6).

Se llevó a su padre y a su sobrino, aunque las instrucciones de Dios habían sido claras: “Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré (Génesis 12:1b).” Se esperaba que tuviera fe, pero mintió acerca de su esposa diciendo que era su hermana con tal de proteger su vida. El que sería llamado padre de muchedumbre a través de un milagro, buscó en Agar un atajo para conseguir antes la promesa. Sus alocadas decisiones parecían el resultado de un hombre fuera de sí, y no los actos honorables de alguien que tenía un pacto con Dios. El fracaso y el dolor frecuentaron su vida debido a su proceder inconsecuente, pero a tientas encontró un lugar entre los campeones de la fe. Supo ofrecer a Dios lo que le era más caro: su propio hijo. Y recibió por ello retribución permanente, al punto que también nosotros somos hijos de Abraham.

…Se equivocó el doble de las veces que su antecesor. Cometió errores que le podían haber costado todo. El adulterio ensombreció su vida. El poder lo condujo a la tiranía de decidir el homicidio de uno de sus más leales soldados. Su incredulidad, orgullo y obstinación costó miles de vidas cuando censó al pueblo sin el permiso de Dios. Y su mal ejemplo, sin dudas, les pasó factura a sus hijos con consecuencias que fueron desde la violación y el incesto hasta el fratricidio. No obstante, su final fue honorable. Murió como un héroe y ha llegado a ser un símbolo de lo que puede conseguir la gracia de Dios en una persona. David es uno de los trofeos favoritos de Dios “un hombre conforme a su corazón”. No siempre prestó atención a las indicaciones divinas, pero siempre estuvo dispuesto a enmendar sus desatinos y felonías. Su existencia transitó entre huidas, fracasos y grandes aciertos. No siempre estuvo centrado y no siempre fue consiente de la responsabilidad que tenía con las futuras generaciones. Hoy su vida es un libro aleccionador, una obra acabada del todo que nos ilustra desde la historia la importancia de prestar atención a las lecciones de Dios.

La Biblia está llena de historias sobre adalides variables, profetas temerosos, reyes inconstantes, hombres y mujeres de carne y hueso que aunque tropezaron siguieron adelante. Quizá se trate un poco de eso, de insistir, de no cejar en el intento de llegar a la meta a pesar de nosotros mismos, y por qué no, de prestar más atención al Dios que nos aconseja (Salmo 16:7). Nuestro fracaso ha de ser momentáneo, no una muralla blindada que detenga nuestros pasos. Necesitamos la osadía de un nuevo comienzo y tener presente que Dios es inmutable en su justicia, pero benévolo cuando ve el arrepentimiento sincero.

Tenemos mucho que aprender de Abraham y de David. Imitemos el virtuosismo de su arrepentimiento, la sinceridad de su fe y la determinación de sus decisiones. Si el fracaso llegara a nuestra vida, si el pecado hiciere presa de nuestra santidad, no procuremos ocultar el desvarío, no caigamos en el orgullo de Saúl, ni en la hipocresía de Balaam. Despojémonos de una apariencia santurrona y de una beatitud mentirosa. Confesemos rápidamente a Dios nuestro equívoco. Procuremos estar más atentos al magisterio del Espíritu Santo para evitar consecuencias lamentables.

Por encima de todo, continuemos el camino, porque “nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para preservación del alma” (Hebreos 10:39).
Autor: Osmany Cruz Ferrer

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